Como ya vimos en un post anterior, “Pinceladas de Personalidad”, para que los rasgos de personalidad adquieran el carácter de convertirse en Trastorno de la Personalidad, deben estar presentes desde el inicio de la edad adulta, en algunos casos desde la adolescencia. Estos rasgos deben ser persistentes, inflexibles (utilizar los mismos recursos para situaciones o circunstancias distintas), desadaptativos (no tener coherencia con la situación) y causar una perturbación significativa en el modo de funcionar y manejarse, además de sufrimiento personal y problemas laborales y/o sociales.
Esta vez veremos unas pinceladas sobre el Trastorno de la Personalidad por Evitación, donde se busca por todos los medios pasar desapercibido, aunque el deseo sea, ser visto y aceptado.
Existe en este trastorno un miedo intenso e irracional a la burla y la humillación. Las personas que lo sufren son muy sensibles a la desaprobación social y el desprecio. Tan solo la presencia de una única persona puede activarles todos sus temores de inadecuación y rechazo. En el mejor de los casos, se mostrarán indecisos a la hora de expresarse, pueden tartamudear o quedarse en silencio y al margen; en el peor, interpretarán de forma errónea las expresiones y comentarios de los demás como juicio crítico y rechazo, y se retirarán.
Esto es consecuencia de estar constantemente alerta al relacionarse, por su falta de confianza y porque suelen sentir que los demás les observan en busca de errores. Esto les lleva a estar atentos a aquellas señales que les confirmen lo que ellos mismos piensan, esto es, que no son válidos, que son inadecuados y que los demás los están observando y juzgando.
Este funcionamiento podría recordar al de la Personalidad Paranoide, descrita en el post “Piensa mal y acertarás”, donde veíamos que los paranoides están en un estado crónico de desconfianza y tensión, por el temor a ser avergonzados o humillados. La diferencia reside, en que los evitadores consideran que la causa de estas humillaciones son ellos mismo y su propia inferioridad, mientras que los paranoides creen que son los demás quienes tratan de agredirles para anularles. La desconfianza está a la base de estos dos trastornos, aunque una buena diferencia es que el temor en el Trastorno por Evitación es ser humillado y rechazado, mientras que en el Trastorno Paranoide, el temor es ser traicionado y utilizado por los demás. El primero, sabe de su soledad y la sufre, mientras que el segundo se siente fuerte en su aislamiento.
Los evitadores temen especialmente las ocasiones formales, ya que tienen sus propios códigos de vestimenta y de comportamiento. Todos saben lo que se espera de ellos y tratan de cumplirlo, cualquier discrepancia es mucho más evidente y los errores saltan a la vista. La única forma que conocen para reducir la vergüenza y la humillación es la retirada, encerrarse en sí mismo y vigilar atentamente cualquier incursión. La distancia les garantiza seguridad, la confianza puede llevarles al dolor.
En el trabajo, necesitan empezar más despacio, a ser posible en tareas en las que se sientan competentes. Necesitan tener una idea concisa de lo que se espera de ellos, que la comunicación sea muy clara, las situaciones interpersonales bien definidas y que se les explique con claridad cuál va a ser la secuencia de las operaciones. Todo esto les ayuda a manejar mejor la ansiedad, ya que existe el riesgo de que, si se descontrola su ansiedad, puedan marcharse con una sonrisa cortés en los labios, como si no ocurriese nada, y no volver nunca más.
A menudo crean una imagen externa que les parece más adecuada para relacionarse con el mundo exterior. Usan esta fachada como medio para asegurar el éxito de las relaciones y protegerlas. En general, esta coraza protectora, sólo les sirve para perpetuar más estas dificultades, ya que limita su abanico de experiencias, excluyendo la posibilidad de aprender nuevas maneras de relacionarse que les aporten mayor confianza y valía personal.
En los casos más graves, pueden acabar completamente solos con sus propios conflictos y persecuciones. En otros casos, su falta de confianza puede atraer a personas que disfrutan avergonzando y humillando a quienes les cuesta defenderse, confirmando y perpetuando la desconfianza en los demás.
Algunos autores, describe el desarrollo de la personalidad evitadora como consecuencia del intenso control dirigido a crear una imagen socialmente impresionante y admirable, que los cuidadores de estas personas ejercen sobre ellos. Por otra parte, estos mismos cuidadores reaccionarían ante los errores y las imperfecciones como algo extremadamente vergonzoso. Los defectos serían objeto de burla y desprecio, y como consecuencia se generaría una hipersensibilidad ante la posibilidad de ser humillado.
Para defenderse de esto, la persona empezará a ocultar todo aquello que pueda ser considerado como una imperfección o defecto. Desarrollará un sentido de la autonomía vinculado a su propio aislamiento, para evitar la vergüenza y el rechazo. Es decir, se aíslan o se retiran por adelantado.
Se vuelven fóbicos ante la posibilidad de cometer errores y desarrollan un temor generalizado a las evaluaciones negativas de los demás. Como no pueden saber a ciencia cierta lo que piensa el otro, todo su esfuerzo y energía irá dirigido a adelantarse a posibles humillaciones, todo se vuelve susceptible de ser rechazado por los demás. Por tanto, cada vez están más controlados, más rígidos y más ansiosos. Esto se puede percibir en su postura corporal, muy rígida y controlada también, que les permite poder contener toda esa angustia, aunque pueden producirse movimientos que muestren agitación nerviosa.
A consecuencia de esto, pueden desarrollar Trastornos de Ansiedad y Depresivos, entre otros, ya que el aislamiento al que se someten les deja un sabor agridulce, pues ellos siguen deseando un contacto satisfactorio y de confianza con los demás, una compañía íntima, que les permita librarse del autodesprecio al que se someten.
Una buena manera de acercarse a ellos, es desde la honestidad respetuosa, el apoyo no crítico, con claridad y paciencia. Si pueden sentir una buena base de confianza, podrán empezar a mostrarse. Suelen ser personas muy sensibles, con un buen sentido del humor y buenas capacidades artísticas.
La mayoría de nosotros podemos sentir vergüenza en ocasiones, inseguridad ante ciertas personas y ganas de retirarnos frente a algunas situaciones. Los rasgos evitativos, forman parte de las estrategias que el ser humano tiene ante el miedo. Ahora bien, cuando estas estrategias o rasgos se incrementa más allá de lo socialmente adaptativo, es decir, cuando la relación con los demás, con el mundo, se vuelve difícil de manera que se sufre o hace sufrir al otro, y los detectores de burla y desprecio están demasiado activos, podemos estar ante un Trastorno de Personalidad por Evitación.
Texto desarrollado a partir del libro “Trastornos de la personalidad en la vida moderna”, de Theodore Millon.
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