Como ya vimos en un post anterior, “Pinceladas de Personalidad”, para que los rasgos de personalidad adquieran el carácter de convertirse en Trastorno de la Personalidad, deben estar presentes desde el inicio de la edad adulta, en algunos casos desde la adolescencia, deben ser persistentes, inflexibles (utilizar los mismos recursos para situaciones o circunstancias distintas), desadaptativos (no tener coherencia con la situación) y causar una perturbación significativa en el modo de funcionar y manejarse, además de sufrimiento personal y problemas laborales y/o sociales.

En este nuevo post veremos unas pinceladas sobre uno de estos trastornos, el Trastorno de personalidad Paranoide, donde de alguna forma,  se ha roto la capacidad básica para confiar en los demás.

Las personas que sufren este trastorno son recelosas, suspicaces, exploran de forma activa el entorno e inspeccionan las interacciones en busca de señales de peligro.  Son cínicas,  creen que la naturaleza humana es egoísta y que el universo es injusto. Son personas celosas y cautelosas. Tienden a hacer comparaciones sociales donde se ven como víctimas de la injusticia y justifican sus transgresiones aludiendo a una necesidad defensiva o la justa venganza por los perjuicios que han recibido de los demás. Con poco sentido del humor, son muy susceptibles a la crítica y la ofensa.

Pueden llegar a cuestionar la integridad de todo lo que se les dice, temen que los demás puedan  aprovecharse de ellos y así lo expresan. Esta desconfianza domina sus vidas y se protegen de ella levantando un muro a su alrededor que acaba aislándolos del mundo.

Desde la perspectiva de los demás, son personas que siempre están en guardia, hostiles, severas, rígidas, evaluadoras en términos de blanco o negro, reticentes a tener en cuenta las evidencias objetivas y a extraer conclusiones racionales. Llegan a malinterpretan la realidad social consensuada, atribuyendo muchas veces motivos ocultos a los demás. Se pueden mantener solos contra el mundo,  envueltos en una indignación que acaba incrementando aún más su ira.

Buscan información que confirme sus sospechas con el fin de protegerse de ataques encubiertos. Pueden utilizar incluso el hecho más fortuito para llegar a conclusiones tajantes. Al crear una realidad que confirma sus miedos, su ansiedad aumenta, con lo que los círculos viciosos son cada vez más intensos y conducen a un mayor retraimiento –unos muros cada vez más altos y sólidos-; asimismo, se incrementa el grado de vigilancia y, como consecuencia de todo ello, detectarán nuevos indicios de intrigas que, a su vez, servirán para perpetuar este círculo.

Lo que diferencia a la personalidad paranoide, no es la percepción del curso objetivo de los acontecimientos, sino su interpretación. Al concentrarse en los detalles nimios, pierden la capacidad de realizar evaluaciones globales.

La agresividad e irritabilidad también son rasgos de esta personalidad paranoide, algunos autores han reflexionado sobre la base temperamental de este trastorno, ya que son personas que rara vez se relajan. Están siempre en un estado de alerta defensiva, con el sistema nervioso simpático sobre activado, movilizado para luchar o huir. Por tanto, parece razonable pensar que a la base se encuentre alguna fuente de energía de tipo bio-químico.

Muchos se sentirán identificados con algunos de los rasgos paranoides y es lógico, el pensamiento paranoide es saludable cuando se adecua a las exigencias realistas del entorno de la persona. Puede considerarse como una estrategia de defensa, sin la cual seríamos muy vulnerables a los acontecimientos potencialmente perjudiciales o peligrosos.

La desconfianza, si no se lleva al extremo, es muy valiosa para la supervivencia. De hecho, hay un periodo de desconfianza que constituye una parte fundamental en el desarrollo humano. Los niños pequeños pasan por una fase de miedo a los extraños genéticamente programada, en la cual se experimenta ansiedad cuando se encuentran frete a gente desconocida y buscan la seguridad de las caras familiares. Este miedo a los extraños servía para mantener a los niños cerca de sus cuidadores, alejados de aquellos que les pudieran hacer daño, cuando aun no comprendían o no se les podía explicar lo que debían o no hacer. En general, la evolución favorecía más a quienes podían reconocer con más facilidad el peligro que a aquellos que no.

La confianza extrema también puede resultar problemática, las personas crédulas o ingenuas, que pueden pasan por alto detalles o alertas que avisan sobre amenazas sociales,  económicas o físicas, donde se requiere vigilar un poco para evitar que te engañen, manipulen, etc.

Por tanto, los mecanismos paranoides son una parte natural de nuestra matriz psicoevolutiva y forman parte de nuestro instinto más básico, la supervivencia. Ahora bien, cuando se incrementa más allá de lo socialmente adaptativo, es decir, cuando la relación con el entorno se hace difícil de manera que se sufre o hace sufrir a los demás, y los detectores de peligro están demasiado activos, podemos estar ante un Trastorno de personalidad Paranoide.

 Texto desarrollado a partir del libro “Trastornos de la personalidad en la vida moderna”, de Theodore Millon.

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