El estudio de la personalidad es complejo, apasionante y siempre ha generado gran controversia. Tanto para los que nos dedicamos a la psicología como para los que no, la cuestión de cómo somos y por qué nos comportarnos como lo hacemos, es algo que nos crea curiosidad y nos hace reflexionar.

Hay muchas definiciones de personalidad, muchas teorías y clasificaciones, autores y estudiosos. Esta pretende ser una pequeña y sencilla aproximación al tema, dando unas pinceladas concretas que permitan hacerse una idea general.

Hoy en día, la personalidad puede definirse como un patrón complejo de características psicológicas profundamente enraizadas. Un funcionamiento personal resistente al cambio, consolidado y que responde con cierta generalidad y coherencia en los distintos contextos, áreas y situaciones que se presentan. Se trata de un patrón que se ajusta a la cultura y circunstancias de la persona en particular. También se entiende por personalidad todo aquello que identifica al ser humano individual a lo largo del ciclo vital, desde su forma de reaccionar ante las situaciones y circunstancias, hasta su estilo de vida, motivaciones, creencias y concepciones del mundo. Es decir, la personalidad es el patrón de características que configura la constelación completa de la persona, no se limita a un solo rasgo, sino que incluye todas las características: interpersonales, cognitivas, psicodinámicas y biológicas.

Relacionados con la personalidad están el temperamento y el carácter.

El carácter se refiere a las características adquiridas durante nuestro crecimiento, es el resultado de la socialización, lo que vamos aprendiendo y lo que cogemos de nuestro entorno para poder ir funcionando. El temperamento, por el contrario, es innato, depende de una disposición biológica básica hacia ciertos comportamientos, es de naturaleza más emocional, tiene que ver con la intensidad, la susceptibilidad, el estado de ánimo predominante y sus fluctuaciones, etc., y está presente desde el nacimiento.

A grandes rasgos, el carácter refleja el resultado de la influencia de la educación y el temperamento representa la influencia de la naturaleza de cada uno.

De las personas que poseen alguna característica que las distingue y es notoria, se dice que tienen “mucha personalidad”, de las personas que pasan más desapercibidas o son más calladas, se dice que “no tienen personalidad”. Es más, según nos afecten las reacciones de los demás, diremos que tienen un “buen o mal carácter” o un “temperamento difícil”.

Lo cierto es que todos tenemos nuestra personalidad, nuestro carácter y temperamento, y la relación de los tres, aunque se puedan parecer, nos hace seres únicos. No hay dos personas iguales y ninguna personalidad es mejor que otra, esto sólo puede ser relevante en según qué circunstancias, según la persona que nos está recibiendo, la situación en la que nos encontremos, etc. Por ejemplo, habrá situaciones en las que sea necesario que actuemos, otras en las que tengamos que observar, otras veces no tendremos que hacer nada, alguna vez necesitaremos preguntar e informarnos antes, etc. A cada uno, según nuestra personalidad, nos será más fácil, cómodo o simplemente nos saldrá automático –es nuestra tendencia- hacer una cosa u otra… Pero nuestra capacidad para poder, con nuestra personalidad, comprender en que situación nos encontramos y reaccionar o ajustarnos a ella, con el fin de atender a lo que en ese momento se necesita y necesitamos, nos aporta cierto bienestar y estabilidad.

Cuando esto no es posible, es muy costoso o crea mucho malestar, es decir, cuando las características o patrones de experiencia interna y de comportamiento (la personalidad), se apartan de las expectativas socio-culturales de la persona, de las situaciones concretas, de las circunstancias del momento y le provocan malestar a ella o personas de su alrededor, así como un deterioro significativo de una o varias áreas importantes de su vida, se podría hablar de Trastorno de la Personalidad.

Este se manifiesta en:

– La forma de percibir e interpretar a sí mismo, a los demás y a las circunstancias

– La intensidad, labilidad y adecuación emocional

– Las relaciones interpersonales

– El control de impulsos

Para que los rasgos de personalidad adquieran el carácter de convertirse en trastorno de personalidad, deben estar presentes desde el inicio de la edad adulta, en algunos casos desde la adolescencia, deben ser persistentes, inflexibles (utilizar los mismos recursos para situaciones o circunstancias distintas) desadaptativos (no tener coherencia con la situación) y causar una perturbación significativa en el modo de funcionar y manejarse, además de sufrimiento personal y problemas laborales y/o sociales.

 En los patrones de personalidad, las variantes adaptativas y patológicas se sitúan en un continuo. Las variantes más adaptativas (entendiendo por adaptativa no una persona aborregada, sino que se puede relacionar con el entorno de manera que no sufre, ni hace sufrir) pueden presentar algunos de los criterios y rasgos de un trastorno de personalidad, aunque con menor frecuencia e intensidad. Algunos de estos rasgos, equilibrados, pueden ser beneficiosos incluso para el individuo.

Para terminar, os dejo con un ejemplo muy concreto de cómo un rasgo adaptativo puede llegar a ser patológico. Por supuesto, entre una situación y otra del continuo, hay más casos particulares.

                                                                       *Perfeccionismo

                                      ______________________________continuo________________________________

                    +adaptativo                                                                                              +patológico

             La persona realiza el mejor trabajo posible,                                                       La persona está tan preocupada por la

               dadas las circunstancias temporales y de                                                          ejecución perfecta, que se pierde en el

               recursos, y tiene en cuenta sus necesidades.                                                      más mínimo detalle, perdiendo de vista

               Sintiéndose orgullosa y satisfecha cuando                                                        la producción final de la actividad.

               termina un trabajo que requería minuciosidad                                                    Abrumándose con el constante énfasis

               y detalle.                                                                                                       en la realización perfecta de cada paso

                                                                                                                                  y cada tarea que realiza, llegando

                                                                                                                                  incluso a no poder finalizarla.

 Texto desarrollado a partir del libro “Trastornos de la personalidad en la vida moderna”, de Theodore Millon.

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